
Por Perspectiva Internacional – 28 de julio de 2025
Un estudio regional alerta sobre la contaminación plástica impulsada por grandes marcas en una región golpeada por la desigualdad y la falta de regulación.
Una marea de plástico recorre silenciosamente las costas del Pacífico latinoamericano, envenenando los ecosistemas y exponiendo las grietas de los sistemas de gobernanza ambiental en Centroamérica. Un reciente estudio liderado por la Universidad de Barcelona, en colaboración con el programa “Científicos de la Basura” de la Universidad Católica del Norte de Chile, ha revelado que millones de botellas plásticas contaminan las playas y zonas costeras de la región, con origen en marcas líderes del mercado global: The Coca-Cola Company, Aje Group y PepsiCo.
Contaminación alimentada por el consumo local y la falta de gestión de residuos
El análisis, considerado el más ambicioso realizado hasta la fecha en el Pacífico latinoamericano, abarcó más de 12.000 kilómetros de línea costera en diez países, examinando 92 playas continentales, 15 playas insulares y 38 asentamientos humanos. El hallazgo es alarmante: el 59 % de los plásticos identificables provenían de países de la misma región, lo que sugiere una contaminación alimentada tanto por el consumo local como por la falta de gestión de residuos.
Las botellas de refrescos, energizantes y agua los desechos más comunes
Las botellas de refrescos, energizantes y agua —en su mayoría de tamaño individual y de un solo uso— constituyen los desechos más comunes. El 54,9 % de estos residuos apareció en costas continentales y asentamientos urbanos, mientras que en islas oceánicas esta cifra se eleva al 73,4 %, lo que refuerza la hipótesis de una dispersión facilitada por las corrientes marinas y el consumo masivo no regulado.
Un problema estructural: consumo, desregulación y Estado ausente
La investigación no solo documenta la magnitud del problema, sino que también señala sus causas estructurales. El alto consumo de bebidas azucaradas en la región no solo alimenta crisis sanitarias como la obesidad y la diabetes —con más de tres millones de casos anuales relacionados—, sino que también revela la ausencia de políticas públicas ambientales efectivas, así como la escasa capacidad institucional para regular a las grandes corporaciones y educar a la ciudadanía.
Sin envases reutilizables ni educación ambiental desde edades tempranas
Centroamérica, atravesada por múltiples desafíos sociales y políticos —desde la pobreza hasta los autoritarismos—, carece de marcos regulatorios sólidos que obliguen a las empresas a asumir su responsabilidad ambiental. Tampoco abundan las iniciativas estatales que promuevan el uso de envases reutilizables o la educación ambiental desde edades tempranas.
El rostro de la contaminación: marcas globales y residuos con décadas de antigüedad
El estudio identificó 356 marcas y 253 empresas. Entre los hallazgos más simbólicos figuran una botella de Powerade de 2001 hallada en Perú y una de Coca-Cola de 2002 en una isla de Chile. Aunque la mayoría de los residuos provenían de América Latina, también se detectaron restos de Asia, América del Norte y Europa, lo que indica un fenómeno global con impactos locales profundos.
Daño agravado a ecosistemas aislados y de gran fragilidad biológica
Para Ostin Garcés-Ordóñez, autor principal del informe publicado en la revista Journal of Cleaner Production, “los ítems más recientes predominan en los asentamientos humanos, mientras que los más antiguos se acumulan en playas remotas, especialmente en islas oceánicas”, lo que agrava el daño a ecosistemas aislados y de gran fragilidad biológica.
¿Qué se puede hacer?
Los autores del estudio hacen un llamado urgente a la acción: concienciar a la ciudadanía, promover el uso de envases retornables, fortalecer la responsabilidad social empresarial e impulsar mecanismos regionales para gestionar residuos. También destacan la necesidad de avanzar en acuerdos multilaterales como el Tratado Mundial sobre Plásticos promovido por la ONU.
Se requiere algo más que diagnóstico
La región necesita ir más allá del diagnóstico. Se requiere una respuesta coordinada entre gobiernos, sociedad civil y empresas para frenar la marea plástica que amenaza no solo a las costas, sino también a las comunidades que dependen de ellas.


