
Por Perspectiva Internacional – 1 de julio de 2025
Contundente victoria
La contundente victoria de Jeannette Jara en las primarias oficialistas de Chile no solo la convierte en la abanderada de la izquierda para las presidenciales de noviembre. También reabre un debate profundo sobre los límites del carisma personal, la identidad partidaria y el rumbo de la izquierda latinoamericana en tiempos de desafección política.
Apelo a una imagen moderada,emocional y empatica
Con más del 60% de los votos, Jara arrasó en una contienda donde enfrentaba a dos figuras relevantes del progresismo chileno: Carolina Tohá, exministra del Interior, y Gonzalo Winter, del Frente Amplio, el espacio del presidente Gabriel Boric. La exministra del Trabajo no solo derrotó ampliamente a sus rivales, sino que posicionó al Partido Comunista (PC) como la fuerza hegemónica dentro del bloque progresista. Pero, paradójicamente, lo hizo desmarcándose del discurso duro del PC y apelando a una imagen moderada, emocional y empática.
Referencias a sus origenes humildes
En un país donde la memoria política sigue marcada por la dictadura de Pinochet y los equilibrios posteriores de la Concertación, el ascenso del PC no es menor. Aún más llamativo resulta que su figura presidencial más competitiva en décadas no haya ondeado con orgullo las banderas ideológicas tradicionales del partido. Lejos de la iconografía roja, su campaña se construyó con colores pasteles, banderas chilenas, referencias emotivas a sus orígenes humildes y mensajes de unidad y moderación.
Tacto, inteligencia y sentido emocional
¿Estamos entonces ante el renacimiento de una izquierda popular con vocación de poder, o frente a un caso clásico de personalismo que desborda a su propio partido? Para el abogado y académico Carlos Peña, el fenómeno Jara es ante todo un triunfo del carisma sobre la ideología. Su historia de superación, su estilo cercano y su capacidad para conectar emocionalmente con los votantes explican buena parte de su éxito. Incluso el sociólogo Ernesto Ottone, una figura histórica de la centroizquierda chilena, reconoce que su campaña “anuló lo más duro y doctrinario del PC” a fuerza de tacto, inteligencia y sentido emocional.
Inquietud en los sectores mas moderados del progresismo
Pero esa misma contradicción es la que genera inquietud en sectores más moderados del progresismo chileno e internacional. Jara sigue siendo militante del Partido Comunista chileno, una fuerza que mantiene vínculos ideológicos con regímenes como los de Cuba o Venezuela. Durante la campaña, sus posiciones respecto a estos países evidenciaron tensiones entre el discurso electoral y las convicciones doctrinarias. Definió a Cuba como “un sistema democrático distinto”, aunque luego admitió vulneraciones a los derechos humanos. Su intento por equilibrar la moderación discursiva con la lealtad partidaria dejó abiertas preguntas incómodas.
Un proceso constituyente no esta en las 20 medidas programaticas
En la víspera de su victoria, la dirección del PC ya hablaba de impulsar una nueva Constitución. Ella, con rapidez, marcó distancia: “Otro proceso constituyente no está en las 20 medidas programáticas”. Un ejemplo más de los equilibrios que deberá mantener si quiere ampliar su base sin perder el respaldo partidario.
El éxito de su candidatura puede inspirar a otros espacios progresistas
Desde una perspectiva internacional, el caso de Jeannette Jara ilustra los dilemas actuales de las izquierdas latinoamericanas: la tensión entre la tradición y la renovación, entre las doctrinas de raíz marxista-leninista y las demandas contemporáneas de pluralismo, transparencia y eficacia democrática. El éxito de su candidatura puede inspirar a otros espacios progresistas del continente, pero también servirá como prueba para medir hasta qué punto una figura moderada puede transformar, desde dentro, un partido con una pesada mochila ideológica.
Chile , otra vez laboratorio politico
Chile, una vez más, se convierte en laboratorio político. Esta vez, con una candidata que representa a la izquierda pero no quiere parecer demasiado de izquierda; que apela a las emociones sin dejar de jugar con la lógica partidaria; y que busca ganarse el voto moderado sin renunciar del todo a sus orígenes. El resultado de noviembre dirá si esa fórmula es viable o insostenible en el Chile del siglo XXI.