
Por Perspectiva Internacional
20 de mayo de 2025
¿deriva coyuntural o nuevo equilibrio?
La noche electoral del domingo 19 de mayo dejó una certeza incómoda para quienes defienden una Europa plural, integradora y social: las fuerzas conservadoras y de extrema derecha siguen consolidando su presencia en el mapa político del continente. Aunque en Rumania la victoria del centrista y proeuropeo Nicușor Dan evitó una sacudida mayor, los resultados en Portugal, Polonia y otras capitales europeas reflejan un giro nítido hacia el espectro más duro de la política.
Portugal, Polonia y Rumania
En Portugal, la coalición conservadora ganó las elecciones anticipadas, pero la gran sorpresa fue el ascenso del partido ultra Chega, que obtuvo el 22,5% de los votos, multiplicando por casi veinte su resultado de hace seis años. En Rumania, aunque George Simion —líder del partido populista AUR— no logró imponerse, obtuvo un significativo 46,4% en una elección que tensó a Bruselas. En Polonia, a pesar del triunfo ajustado del liberal Rafal Trzaskowski, el bloque de fuerzas ultraconservadoras y nacionalistas superó el 50% de los votos.
En el Parlamento Europeo
Esta tendencia no es nueva, pero sí se acelera. El Parlamento Europeo elegido en 2024 ya dio señales al respecto: más de la mitad de sus 720 miembros pertenecen al centroderecha o a la derecha radical. En Alemania, la ultraderechista AfD quedó en segundo lugar en las elecciones de febrero; en Francia, el Reagrupamiento Nacional de Le Pen ganó la primera vuelta de las legislativas. Y en casi todos los casos, la socialdemocracia sufre reveses históricos: el SPD alemán cayó a su peor resultado desde 1890, mientras que en Portugal el Partido Socialista se desmoronó al punto de forzar la dimisión de su líder, Pedro Nuno Santos.
Factores de fondo
Para la analista Zsuzsanna Végh, del German Marshall Fund, no se trata de una moda pasajera. Los partidos de extrema derecha están consolidando su papel como actores legítimos en la escena europea. Capitalizan el desgaste de los partidos tradicionales y abordan —al menos desde el discurso— cuestiones sociales y económicas que afectan directamente a los votantes. La combinación de hartazgo, precariedad y desencanto ha vuelto “aceptable” para muchos votar a quienes, hasta hace poco, eran opciones marginales.
Partidos conservadores confluyen con ideas de la extrema derecha
Además, el coqueteo de partidos conservadores tradicionales con ideas de la extrema derecha contribuye a legitimar estos discursos. En Bruselas, por ejemplo, se observa con preocupación cómo el Partido Popular Europeo (PPE) tolera y, en ocasiones, colabora con formaciones del grupo ECR, donde conviven partidos como Ley y Justicia (PiS) de Polonia y Hermanos de Italia, liderado por Giorgia Meloni.
¿Quién marca la agenda?
En temas como la inmigración o el Pacto Verde europeo, la línea entre centroderecha y extrema derecha se difumina. El primer ministro polaco, Donald Tusk, ha adoptado un tono más duro en migración que el propio PiS. Trzaskowski, su aliado, no duda en hacer campaña con guiños nacionalistas para atraer a votantes conservadores. Como señala el politólogo Alberto Alemanno, los populares europeos “mantienen el poder solo porque han cedido parte de su agenda al flanco derecho… pero corren el riesgo de ser canibalizados”.
La izquierda parece estar a la defensiva
Mientras tanto, la izquierda parece estar a la defensiva. España es hoy el único gran país de la UE con un gobierno progresista. Para Végh, los debates culturales (identidad, inmigración, género) han desplazado los temas sociales y económicos, que eran históricamente terreno fértil para la socialdemocracia. Y ahora, esos mismos temas son aprovechados por la ultraderecha para presentarse como alternativa.
Un escenario que interpela a América Latina
La creciente derechización de Europa no es solo un fenómeno local. Tiene implicancias globales, especialmente para América Latina, cuyas relaciones con la UE podrían verse afectadas por este nuevo equilibrio ideológico. Temas como el comercio, la cooperación climática o los derechos humanos podrían sufrir retrocesos si Bruselas adopta una política más cerrada, nacionalista y centrada en el corto plazo.
El desafio es enorme
El desafío para las fuerzas democráticas y progresistas es enorme. Frenar el avance de los ultras no se logrará solo desde la denuncia moral o el miedo al pasado. Requiere reconstruir confianza, ofrecer respuestas tangibles y, sobre todo, recuperar la capacidad de conectar con los sectores sociales que hoy sienten que el sistema los ha abandonado.