Perspectiva Internacional

América Latina en alerta: la región lidera la pérdida de bosques tropicales primarios

Estadisticas alarmantes

Pese a albergar casi la mitad de los bosques tropicales del planeta, América Latina encabeza hoy una de las estadísticas más alarmantes en materia ambiental: la mayor pérdida de selva tropical primaria en el mundo. Según el último informe conjunto de la Universidad de Maryland y Global Forest Watch, entre 2023 y 2024 la destrucción de este ecosistema clave para el equilibrio climático global creció un 80% a nivel mundial, con América Latina como principal víctima del fenómeno.

La peor sequia en Brasil en siete decadas

Brasil lidera el ranking con el 42% de las pérdidas globales. Aunque el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha revertido muchas de las políticas prodeforestación implementadas por Jair Bolsonaro, el cambio climático y la presión agroindustrial siguen empujando al Amazonas a un punto crítico. Solo en 2024, el país perdió 2,8 millones de hectáreas de bosque primario, dos tercios de ellas a causa de incendios exacerbados por la peor sequía en siete décadas.

Los ultimos datos senalan que hubo una reduccion de la deforestacion

A pesar de que datos de MapBiomas apuntan a una reducción de la deforestación total en Brasil por segundo año consecutivo, Global Forest Watch advierte que la pérdida de bosque primario —más sensible y menos reversible— sigue en ascenso. La diferencia no es menor: mientras una mide la deforestación permanente causada por el ser humano, la otra incluye cualquier pérdida de cobertura arbórea, incluidas las provocadas por el fuego y eventos climáticos extremos.

Bolivia en segundo puesto mundial en perdida de selva primaria

Pero la tragedia ambiental no termina en Brasil. Bolivia ha ascendido al segundo puesto mundial en pérdida de selva primaria, con un salto del 200% respecto al año anterior. Las políticas de incentivo a la expansión agrícola del gobierno de Luis Arce, sumadas a incendios vinculados a una sequía sin precedentes, han contribuido a la devastación de 1,5 millones de hectáreas. Incluso supera, en términos relativos, a la República Democrática del Congo, históricamente en el podio de este tipo de catástrofes.

Colombia en situacion critica

Colombia, por su parte, enfrenta una situación igual de crítica. A diferencia de Brasil o Bolivia, la principal causa de la pérdida de bosques no son los incendios, sino la ganadería extensiva, la expansión de cultivos como la palma aceitera y la inestabilidad territorial tras el fracaso de los diálogos de paz con las disidencias de las FARC. El país escaló casi un 50% en pérdida de selva entre 2023 y 2024, y la tala de árboles aumentó un 35% según datos oficiales. Expertos advierten que zonas de alta conectividad ecológica, como la transición entre la Amazonia y los Andes, están llegando al punto de no retorno.

Peru, Mexico y Nicaragua de los mas afectados

Perú, México y Nicaragua también figuran entre los diez países más afectados. En Nicaragua, la devastación se concentra en la Reserva de la Biosfera de Bosawás, uno de los principales pulmones verdes de Centroamérica. En México, la pérdida se duplicó respecto al año anterior, especialmente en los estados de Campeche y Quintana Roo. Y en Perú, el incremento alcanzó un 135%.

Panorama de doble fracaso

Lo que emerge de este panorama es un doble fracaso. Por un lado, la región no logra implementar políticas preventivas eficaces frente a incendios forestales ni a la expansión de fronteras agroindustriales. Por otro, los avances logrados en ciertos países resultan frágiles frente a fenómenos climáticos extremos que se intensifican año tras año.

Corregir la acccion estatal frente a un desafio que no admite postergaciones

Esta crisis no puede leerse solo en clave ambiental. Es también política. Los datos expuestos por Global Forest Watch revelan las debilidades estructurales de los Estados latinoamericanos para proteger sus recursos más estratégicos frente a la presión de intereses económicos de corto plazo y a la creciente inestabilidad climática. Los bosques tropicales no solo almacenan carbono y conservan biodiversidad; también son piezas clave en la gobernabilidad ambiental global. Su deterioro, en última instancia, expone los límites de la acción estatal frente a un desafío que ya no admite postergaciones.