
Por perspectiva internacional
Lisboa, 12 de diciembre de 2025
La huelga general que pone a prueba al Ejecutivo portugués
Portugal volvió a ser escenario de una protesta social de gran magnitud. El jueves 11 de diciembre, el país vivió su primera huelga general en más de una década, una señal inequívoca de que el consenso social que durante años caracterizó al modelo portugués comienza a resquebrajarse. En el centro del conflicto está la reforma laboral impulsada por el gobierno de centroderecha de Luís Montenegro, presentada como una modernización necesaria, pero percibida por amplios sectores sociales como un retroceso en derechos conquistados.
Cuando el ajuste despierta a la calle: Portugal y el regreso de la huelga general
La movilización fue contundente. Transportes prácticamente paralizados, escuelas cerradas, hospitales funcionando con servicios mínimos y miles de personas marchando en Lisboa y otras ciudades reflejaron un rechazo transversal a los cambios propuestos. No se trató de una protesta sectorial, sino de una respuesta amplia que involucró a trabajadores del sector público y privado, jóvenes precarizados y sindicatos históricamente distanciados entre sí.
La unidad sindical
Uno de los elementos más significativos de esta jornada fue, precisamente, la unidad sindical. Tanto la CGTP-IN, tradicionalmente más combativa, como la UGT, de perfil más moderado, confluyeron en la convocatoria. Esta coincidencia no es habitual en Portugal y revela hasta qué punto la reforma es percibida como una amenaza común al equilibrio laboral. Cuando centrales sindicales con trayectorias y estrategias diferentes se alinean, el mensaje político es claro: el conflicto excede la disputa ideológica y se instala en el terreno de la legitimidad social.
Reforma laboral y conflicto social: Portugal frente a un nuevo ciclo de protestas
El gobierno defiende la reforma bajo el argumento de mejorar la competitividad y la productividad en un contexto económico internacional adverso. Sin embargo, para los sindicatos y amplios sectores de la sociedad, las modificaciones al Código de Trabajo —que afectan la estabilidad contractual, facilitan los despidos y amplían la temporalidad— profundizan la precarización laboral, un fenómeno ya muy presente entre los jóvenes portugueses. La promesa de crecimiento económico choca, así, con el temor a una pérdida estructural de derechos.
Portugal se suma a la ola europea de protestas contra el ajuste
Desde una perspectiva internacional, el caso portugués se inscribe en una tendencia más amplia en Europa. En varios países, gobiernos presionados por la desaceleración económica, el envejecimiento demográfico y la competencia global impulsan reformas laborales que trasladan los costos de la adaptación a los trabajadores. Portugal, que durante años fue presentado como un ejemplo de estabilidad tras la crisis de la deuda, parece ahora recorrer un camino similar al de otros Estados europeos donde el ajuste reaviva el conflicto social. La iniciativa comparte puntos con la reforma laboral impulsada por el gobierno de Javier Milei en Argentina.
La reforma laboral que rompió el consenso social
La huelga general no implica, por sí sola, la derrota de la reforma. Pero sí marca un punto de inflexión político. Un gobierno en minoría, con márgenes parlamentarios estrechos, enfrenta ahora una oposición social organizada y visible. Ignorar esta señal podría profundizar la polarización y erosionar aún más la confianza en las instituciones.
Portugal y el espejo europeo: reformas laborales, ajuste y protesta social
En definitiva, lo ocurrido en Portugal no es solo un debate técnico sobre legislación laboral. Es una discusión de fondo sobre qué modelo social quiere sostener Europa en un mundo cada vez más inestable. Las calles portuguesas recordaron que, incluso en países considerados “casos de éxito”, la paz social no es automática ni permanente: depende de equilibrios frágiles que, cuando se rompen, vuelven a colocar al conflicto en el centro de la escena política.



