
Por Perspectiva Internacional – 8 de octubre de 2025
Cañar, el epicentro del descontento
El ataque al convoy presidencial de Daniel Noboa en la provincia de Cañar reveló con crudeza el creciente descontento social en las zonas rurales de Ecuador. Lo que el gobierno calificó como un “atentado criminal” fue, para muchos, la expresión desesperada de comunidades que se sienten abandonadas frente al alza del costo de vida, la inseguridad y la falta de servicios básicos.
Protestas, balas y desconfianza: el difícil pulso entre Daniel Noboa y los movimientos indígenas
El hecho ocurrió mientras el mandatario recorría la comunidad andina de Sigsihuayco, en el cantón El Tambo, donde tenía previsto anunciar la construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales. En medio de una tensa movilización social que ya lleva más de dos semanas, el convoy fue recibido con una lluvia de piedras y presuntos disparos. Noboa resultó ileso, pero varios vehículos sufrieron daños significativos. El episodio marcó un nuevo punto de inflexión en la crisis política que atraviesa el país.
La protesta rural y el desencanto con Noboa
El malestar que estalló en Cañar tiene raíces profundas. Las comunidades indígenas y campesinas reclaman la restitución del subsidio al diésel —retirado por decreto presidencial—, la reducción del IVA del 15% al 12% y el abastecimiento de hospitales que hoy carecen de medicamentos. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), que encabeza las protestas, sostiene que las medidas del gobierno golpean directamente la economía rural y acentúan la desigualdad.
Del apoyo a la furia, las comunidades que votaron por Noboa hoy lideran la protesta
Paradójicamente, muchas de estas comunidades habían apoyado a Noboa en las elecciones de abril, viéndolo como una alternativa al correísmo. Seis meses después, la decepción es evidente: el joven presidente enfrenta la resistencia de los mismos sectores que lo llevaron al poder.
Un país bajo tensión
Noboa ha intentado contener la ola de protestas con promesas de inversión pública, bonos sociales y una fuerte presencia militar. Sin embargo, los videos difundidos desde El Tambo —donde se observa a vehículos militares lanzando gases lacrimógenos incluso contra ancianos y mujeres— refuerzan la percepción de un gobierno más dispuesto a reprimir que a escuchar.
El Ministerio del Interior confirmó la detención de cinco personas acusadas de terrorismo e intento de asesinato contra el mandatario. Desde la Conaie denuncian que se trata de una persecución política y exigen la liberación inmediata de los detenidos.
El ataque al convoy de Noboa expone la fractura rural y la crisis del gobierno
Mientras tanto, la tensión continúa creciendo. El aumento del precio del combustible ha afectado al transporte, la producción agrícola y la vida cotidiana en las provincias andinas, donde los costos de movilidad son vitales para la subsistencia. En este contexto, el ataque al convoy presidencial parece ser tanto un síntoma como una advertencia: el contrato social entre el Estado y las comunidades rurales está al borde del colapso.
El desafío político de Noboa
El presidente, que prometió estabilidad y modernización económica, enfrenta ahora un escenario de fractura interna y desconfianza. Su imagen, asociada a la eficiencia tecnocrática y la juventud, se ve empañada por una gestión percibida como distante y autoritaria.
El ataque a Noboa, símbolo del desencanto rural
Ecuador, que ya lidia con una grave crisis de violencia ligada al narcotráfico, suma ahora un conflicto social de alta intensidad que amenaza con paralizar al país. El episodio de El Tambo muestra que la gobernabilidad no se garantiza solo con la fuerza militar: requiere diálogo, empatía y una respuesta efectiva a los reclamos de las mayorías rurales.
El malestar rural pone a prueba al gobierno de Noboa
La violencia contra el presidente es condenable, pero también lo es la violencia estructural que empuja a las comunidades al límite. En el fondo, el ataque al convoy de Noboa no fue solo un hecho aislado, sino el reflejo de un Ecuador que, entre la inseguridad, la pobreza y la falta de rumbo, parece acercarse peligrosamente a una nueva crisis política.



