
Por perspectiva internacional
Estados unidos, 1 de diciembre de 2025
Trump usa el Mundial 2026 como arma política contra ciudades demócratas y vecinos regionales
A seis meses del inicio del Mundial más grande de la historia —con Estados Unidos como anfitrión principal, junto a México y Canadá—, la Casa Blanca ha comenzado a usar el torneo como un instrumento político. Fiel a su estilo, Donald Trump ha transformado el evento deportivo más importante del planeta en un nuevo campo de batalla con sus adversarios internos y en una pieza clave dentro de su compleja relación con los países vecinos.
Un arma contra las ciudades demócratas
Trump ha amenazado públicamente con retirar partidos mundialistas de varias ciudades gobernadas por demócratas, entre ellas Seattle, Boston, Los Ángeles y San Francisco. El argumento: supuestas preocupaciones de seguridad. Sin embargo, con entradas ya en preventa y un cronograma cerrado, la FIFA reconoce que un cambio de sede sería casi imposible a nivel logístico.
Sedes en disputa y presión migratoria: los riesgos del Mundial bajo la era Trump
Aun así, mientras Gianni Infantino evite descartar de manera categórica la amenaza, Trump mantiene un poderoso instrumento de presión política. El presidente ya utilizó el Despacho Oval como escenario para cargar contra Seattle frente al propio Infantino, con quien mantiene una relación estrecha.
Nueva York, otro foco de tensión
La llegada del demócrata Zohran Mamdani a la alcaldía de Nueva York añade un capítulo adicional. Mamdani busca que la FIFA revierta su modelo de precios dinámicos y reserve un cupo de entradas para residentes locales. Aunque podría esperarse un choque con Trump, el reciente acercamiento personal entre ambos deja abierta la posibilidad de un alineamiento inesperado.
México y Canadá en la mira
En el plano internacional, el Mundial se superpone con un año marcado por tensiones comerciales, migratorias y de seguridad en América del Norte. México y Canadá, que albergarán apenas 13 partidos cada uno —frente a los 78 de Estados Unidos—, observan con atención cómo la Casa Blanca podría instrumentalizar el torneo para obtener ventajas en el marco de la renegociación del acuerdo comercial regional y la cooperación en temas migratorios y antidrogas.
El sorteo del Mundial abre el primer cara a cara entre Trump y Sheinbaum
La posible participación de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum en el sorteo del 5 de diciembre, en Washington, abriría la puerta a su primer cara a cara con Trump. Ese encuentro, si se concreta, podría marcar el tono de la relación bilateral de cara a 2026.
Incluso circulan especulaciones entre aficionados mexicanos: que Irán —país cubierto por la prohibición de viajes de EE. UU.— podría ser colocado en el grupo con sede en México para evitar que su selección deba pisar territorio estadounidense. La influencia política de Trump dentro de la FIFA alimenta estas teorías.
La cuestión de los visados, un punto sensible
Estados Unidos anunció que otorgará citas de visa prioritarias a personas con entradas para el Mundial, una solución intermedia tras descartar el modelo utilizado en Qatar y Rusia, donde los tickets funcionaban como permiso automático de entrada. Washington se negó a replicar ese sistema alegando riesgos migratorios.
La medida alivia los largos tiempos de espera —que pueden llegar hasta 11 meses en países como Colombia— sin relajar el escrutinio migratorio que Trump ha endurecido desde su llegada a la Casa Blanca.
El Mundial como tablero geopolítico
El camino hacia 2026 demuestra que, para Trump, ningún escenario está fuera de la lógica de negociación, presión o confrontación política. Con un torneo que involucra a tres países, millones de visitantes y enormes intereses económicos, el presidente ve una oportunidad para reforzar su agenda tanto dentro como fuera de su país.
Diplomacia a la Trump: el presidente convierte el Mundial en una herramienta geopolítica
Mientras el mundo espera el sorteo y las definiciones deportivas, la región observa con atención cómo un evento global puede convertirse en el último capítulo de la diplomacia personalista y confrontativa que caracteriza al actual presidente estadounidense.



