la guerra narco entre Colombia y Ecuador
La frontera amazónica entre Colombia y Ecuador, una región de extraordinaria biodiversidad y riqueza natural, se ha convertido en un campo de batalla para grupos narcotraficantes. Los Comandos de la Frontera, una disidencia de las FARC en Colombia, y Los Choneros, una banda criminal ecuatoriana con vínculos con el cartel de Sinaloa, protagonizan una sangrienta disputa por el control de las rutas de narcotráfico y la minería ilegal. Esta nueva guerra evidencia la creciente complejidad del crimen organizado en la región y sus devastadoras consecuencias para las comunidades locales.
De aliados a enemigos: el quiebre de la tregua
Hasta mediados de 2023, los Comandos de la Frontera y Los Choneros mantenían una alianza. Los ecuatorianos transportaban cocaína desde la frontera hasta los puertos del Pacífico, como Guayaquil, bajo el control colombiano. Sin embargo, la ruptura de esta relación ha desatado una espiral de violencia en la provincia ecuatoriana de Orellana y el departamento colombiano del Putumayo. Las comunidades ahora enfrentan doble extorsión: ambos grupos exigen pagos por cada kilo de pasta base de cocaína, incrementando la presión económica y el temor entre los campesinos cocaleros.
Un conflicto alimentado por la geografía y la ausencia del Estado
La selva amazónica y la débil presencia estatal en la región facilitan las actividades ilícitas. Rutas fluviales y terrestres permiten el transporte de cocaína desde Colombia hacia Ecuador y, de ahí, hacia mercados internacionales. Según organizaciones sociales, entre el 70% y el 80% de la cocaína del sur de Colombia cruza al Ecuador, consolidando la frontera como un corredor estratégico para el narcotráfico.
Creciente violencia
Las cifras reflejan la creciente violencia: en la provincia de La Joya de los Sachas, las muertes violentas se triplicaron en 2024 respecto al año anterior. Masacres y amenazas son comunes, y los panfletos intimidatorios de ambos bandos son una constante en la vida de comerciantes y campesinos.
Impacto en las comunidades locales
El control territorial de los grupos criminales no se limita al narcotráfico. Según testimonios de líderes sociales, las bandas imponen reglas estrictas sobre actividades cotidianas: visitas de familiares, festividades religiosas y hasta la movilidad de las brigadas de salud están bajo su control. Esta situación recuerda dinámicas similares en zonas colombianas como Puerto Asís, donde la convivencia con actores narcoparamilitares ha sido naturalizada.
En Ecuador
En Ecuador, ciudades como Lago Agrio ya muestran transformaciones urbanísticas que reflejan el lavado de activos del narcotráfico. Esto subraya cómo el crimen organizado afecta no solo a las áreas rurales, sino también a los centros urbanos fronterizos.
Un escenario regional complejo
El conflicto no se limita a los Comandos de la Frontera y Los Choneros. Otros actores, como Los Lobos en Ecuador y el Comando Vermelho de Brasil, también operan en la región, disputando rutas de narcotráfico y recursos de minería ilegal. Esto convierte a la frontera amazónica en un territorio codiciado y altamente inestable, donde las actividades ilícitas avanzan a costa de la población y el medioambiente.
El desafío para los gobiernos
Colombia y Ecuador enfrentan un desafío monumental para estabilizar esta región. Las iniciativas bilaterales y la cooperación internacional son cruciales, no solo para enfrentar al crimen organizado, sino también para proteger a las comunidades afectadas y preservar la Amazonía. Sin una estrategia integral, la región corre el riesgo de convertirse en un epicentro del narcotráfico y la deforestación.
Impacto en las fronteras
Este conflicto revela una vez más cómo las dinámicas del crimen transnacional impactan las fronteras y los ecosistemas más vulnerables, dejando a las comunidades en el centro de una guerra que no eligieron.