En un gesto cargado de simbolismo, el presidente chino, Xi Jinping, inició su visita a Serbia justo en el vigésimo quinto aniversario del devastador bombardeo de la OTAN sobre la Embajada china en Belgrado. Este acto, que dejó tres ciudadanos chinos muertos y desencadenó una larga sombra de desconfianza entre China y Occidente, sigue resonando en las relaciones internacionales.
El bombardeo del 7 de mayo de 1999, destinado erróneamente a la Embajada china en un contexto de conflicto en Kosovo, ha sido recordado por China como un acto de agresión injustificado. Aunque Estados Unidos se disculpó afirmando que fue un error de inteligencia, la herida en las relaciones bilaterales persiste hasta el día de hoy.
El contraste de este aniversario con la visita de Xi Jinping no pasa desapercibido. Serbia, aliado leal de China, ha recibido miles de millones de dólares en inversiones chinas y ha mostrado su apoyo en disputas geopolíticas, como la cuestión de Kosovo. La colocación de una enorme bandera china en un rascacielos de Belgrado antes de la llegada de Xi subraya la profunda conexión entre ambos países.
La elección del lugar para la visita de Xi Jinping, ahora un centro cultural chino, es emblemática. Lo que una vez fue el sitio de un trágico incidente ahora sirve como un símbolo de la creciente influencia de China en Europa y, particularmente, en Serbia. El complejo, que incluye un Instituto Confucio y otras instalaciones, representa una apuesta firme de China por fortalecer sus lazos en la región.
La visita de Xi Jinping no solo conmemora el pasado, sino que también señala hacia el futuro de las relaciones sino-serbias y la creciente presencia china en Europa. En un momento de incertidumbre geopolítica, esta visita resalta la importancia de la diplomacia y el papel cambiante de las potencias mundiales en el escenario internacional.