La escalada de violencia que azota a Haití, desencadenada por poderosas bandas criminales desde finales de febrero, es una clara señal de que el país enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes. El reciente tiroteo en el corazón de Puerto Príncipe, donde la policía se vio obligada a enfrentarse a miembros del crimen organizado cerca del Palacio Nacional, es solo el último episodio en una serie de eventos que están dejando a la población a merced del terror y la inseguridad.
Los testimonios de aquellos atrapados en medio del fuego cruzado dan cuenta del horror que enfrenta la población haitiana, con personas teniendo que huir por sus vidas, incapaces de distinguir quién está detrás del gatillo. La situación es desesperada y requiere una respuesta urgente y coordinada a nivel internacional.
En Estados Unidos, la preocupación se extiende a la diáspora haitiana en Florida, quienes ven impotentes cómo sus seres queridos quedan atrapados en sus propios hogares, a merced de las bandas criminales. El sentimiento de impotencia y desesperanza es palpable entre aquellos que han dedicado años a apoyar a su comunidad, como lo evidencia el testimonio de Cosy Joseph, directora de la Fundación Gaskov Clerge.
La reacción del Gobierno de México, evacuando a sus nacionales de la zona, es una muestra clara de la gravedad de la situación. Sin embargo, la verdadera solución radica en un esfuerzo internacional coordinado para restaurar la seguridad y la estabilidad en Haití. La estimación de la ONU de que se necesitan entre 4.000 y 5.000 efectivos de cuerpos de seguridad internacionales es una llamada de atención que no puede ser ignorada.
Es hora de que la comunidad internacional actúe con determinación y solidaridad para poner fin al reinado del terror en Haití. La paz y la seguridad de su pueblo están en juego, y no podemos permitirnos permanecer indiferentes ante esta crisis humanitaria. Es momento de pasar de las palabras a la acción, antes de que sea demasiado tarde.