El desembarco de instructores militares rusos en Níger nos deja pensando sobre el complejo panorama geopolítico en el Sahel. Esta movida, en la que Rusia fortalece lazos con un país que ha cortado relaciones con Occidente, plantea varias preguntas y preocupaciones desde una perspectiva argentina.
En primer lugar, la presencia de estos instructores militares, junto con un sistema de defensa aérea avanzado, resalta la creciente influencia rusa en la región. Este movimiento no solo profundiza los lazos bilaterales entre Rusia y Níger, sino que también sugiere un cambio en el equilibrio de poder en una región donde las potencias occidentales han dominado históricamente.
El contexto de un gobierno militar en Níger, que ha cortado lazos con países como Francia y Estados Unidos, agrega una capa de complejidad. La falta de transparencia en los acuerdos y la ausencia de un gobierno democráticamente electo suscitan serias preocupaciones sobre el futuro de Níger y la estabilidad regional.
Además, el derrocamiento del presidente democráticamente elegido de Níger, Mohamed Bazoum, por la junta militar el año pasado, y las tensiones persistentes con la comunidad internacional, generan incertidumbre sobre los próximos pasos del país y su relación con potencias extranjeras.
Es crucial considerar también el impacto de esta acción en la seguridad regional. Si bien se presenta como un intento de fortalecer las capacidades militares de Níger, existe el riesgo de que esta intervención extranjera alimente las tensiones y la inestabilidad, en lugar de abordar efectivamente las amenazas existentes, como el terrorismo y el extremismo violento.
El despliegue de instructores militares rusos en Níger subraya la complejidad del panorama geopolítico en el Sahel y no debe ser observado como un evento lejano para América Latina. Este acontecimiento no solo impacta en la política y seguridad regional, sino que también arroja luz sobre las dinámicas de poder global, que podrían traducirse en cambios en la cooperación internacional.
